Aprovecharé esta pregunta para contar mi vida, que siempre es entretenido.
Yo fui usuario de Win95 durante mucho tiempo, aproximadamente hasta 2003. ¿Y cómo es que usaba un SO tan viejo? La respuesta es sencilla: el hardware que usaba también era viejo. Tenía un viejo Pentium 100 Mhz con 32 MB de RAM y disco duro de 800 MB, y lo máximo que pude instalar sin que se arrastrara lamentablemente fue Win95. En cierta ocasión empecé a leer acerca de la existencia de GNU/Linux, me picó la curiosidad, y traté de instalarlo. Pero por desgracia mis intentos se quedaron en nada, no porque GNU/Linux fuera difícil de instalar, sino porque el disco duro estaba tan castigado que la instalación de Mandrake7 (la primera distro que intenté instalar) se paraba a la mitad en el copiado de paquetes, y jamás conseguí hacerlo andar. Por lo tanto tuve que conformarme durante mucho tiempo con leer acerca de GNU/Linux, e imaginarme las maravillas que podría hacer con ese sistema operativo.
Un buen día un amigo me pasó una copia de GnomeLiveCD, que no funcionaba en mi PC por falta de memoria RAM, pero sí que la pude probar en un PC de la facultad, y me quedé fascinado con el para mí nuevo sistema operativo. Unos meses más tarde, a principios de verano de 2003, pude comprar un PC "de verdad", uno barato, pero más que suficiente para instalar GNU/Linux (AMD Athlon XP 2000+ con 256 MB de RAM, el mismo que uso ahora mismo).
Instalé Mandrake7, la distro más actual que tenía a mi alcance, aunque para entonces ya estuviera más que obsoleta (si mal no recuerdo, es del año 2000). La instalación fue sencillísima, pero visto que tenía ciertas carencias, como por ejemplo un soporte de USB aún experimental, decidí probar con otra distro.
Y la distro que cayó fue Knoppix3.2, que regalaban con la revista PC-Actual de junio de 2003. Al principio la probé en modo LiveCD, pero me gustó tanto, que tardé poco en "volcarla" al disco duro (la instalé en "modo dual", junto con MS Windows 2000, para poder realizar la transición). ¿Ventajas respecto a Mandrake7? Básicamente que traía software mucho más actual. Lógico, dado que se trata de una versión muy posterior.
Sin embargo, tuve ciertos problemas con Knoppix relacionados con el hardware. No sé por qué, en modo LiveCD podía acceder a Internet sin tener que configurar nada en absoluto, pero al instalar la distro en el disco duro no tenía acceso a la red, y no sabía cómo podía arreglarlo. Con cualquier otro problema me habría lanzado de cabeza a intentar encontrar una solución, pero tratándose precisamente del acceso a la Red, encontrar un remedio se antojaba una tarea demasiado tediosa: reinicia Win2K - busca - encuentra - reinicia Knoppix - aplica - prueba - no funciona - reinicia Win2K - (re)busca - (re)encuentra - reinicia Knoppix - (re)aplica - (re)prueba... Así que harto de tener que navegar desde MS Windows, me decidí a probar con otra distro.
Creo que fue en septiembre de ese mismo año cuando descargué Mandrake9.1. ¿Por qué elegí esta distro? Básicamente porque un buen amigo me la recomendó fervientemente, y me aseguró que la instalación era tan sencilla como meter el CD, responder cuatro preguntas tontas, y esperar veinte minutos. Y en efecto, así fue. La primera ventaja respecto a Knoppix es que en esa ocasión la red funcionó a la primera, así que pude tener acceso inmediato a URPMI. Además, otra ventaja importante es que en la propia instalación era posible elegir el software que quería elegir, descartando los programas que no me interesaban, cosa que con Knoppix no era posible, ya que se limitaba a "volcar" todo el sistema al disco duro. Si querías quitar algo, debías hacerlo después de instalar, cosa que no me parece demasiado cómoda.
Al instalar Mandrake tuve la precaución de hacer un particionado algo más reflexionado, y separé la partición de root (/) y la de usuario (/home), lo que me permitiría instalar encima cualquier distro sin problemas (al deshacerme de Knoppix tuve que hacer copia de respaldo de los archivos que había ido acumulando). Por otro lado, tuve la ocurrencia de crear una partición adicional para poder probar otras distros.
Así, un buen día llegó a mis manos Fedora Core 2, y por probar, la instalé en esa partición adicional. Durante unos días estuve alternando de una distro a otra, hasta que finalmente dejé de usar Mandrake. ¿Motivos? Básicamente dos: el primero, que en Fedora Core 2 tenía software más actualizado, como por ejemplo, TheGIMP 2.0.x. El segundo, que a base de enredar a lo loco en la lista de repositorios de Mandrake, había armado un buen pifostio de paquetes bizarros, dependencias irresolubles e incoherencias varias.
De Fedora Core 2 actualicé a FC3 y más tarde a FC4. Mientras tanto, en la partición de Mandrake9.1 había instalado Mandrivalinux 2005 LE, aunque nunca llegué a hacer un uso intensivo de dicha distro. La instalé para probar, pero poco más. Ya me había acostumbrado a Fedora, y Mandriva no me aportaba nada que no tuviera ya. Aunque también es cierto que Fedora no me aportaba nada que no pudiera tener con Mandriva. Simplemente, no tenía motivo para cambiar de distro.
A finales de 2005 borré Mandriva y en su lugar instalé Debian 3.1 Sarge, a la sazón la rama "estable" de Debian, de nuevo sólo por probar. Yo seguía usando Fedora, pero le di una oportunidad a Debian. La instalación fue sencilla, y el mantenimiento era trivial.
Semanas más tarde tuve un extraño problema de hardware que provocaba que el sistema se congelara por completo. Estuve durante varios días así, sin saber exactamente a qué se debía el problema, y a causa de los continuos "apagones" Fedora terminó por fallar. Pasé a usar Debian, primero de manera temporal hasta que encontrara tiempo para ponerme a arreglar Fedora, y más tarde ya de manera permanente, cuando decidí borrar Fedora por completo y quedarme sólo con Debian Sarge.
La primera ventaja que le encuentro a Debian Sarge respecto a Fedora es que, al ser estable, una actualización completa del sistema requiere descargar e instalar muchos menos paquetes. Había veces que en Fedora se incluía una nueva versión de algún paquete "gordo", como OpenOffice o KDE, y descargaba tropocientos megas. Y a la semana siguiente, más de lo mismo. En la rama estable de Debian no se incluyen versiones nuevas, sólo correcciones de errores, con lo cual un "apt-get update && apt-get dist-upgrade" semanal no lleva mucho tiempo. La contraparte de esta ventaja es que en la rama estable de Debian no tendrás las nuevas versiones de tus programas favoritos. Yo seguía con KDE 3.3 mientras todo el mundo tenía ya KDE 3.5.
Otra ventaja que le encuentro a Debian es la configuración de repositorios. En Fedora para tener un sistema completísimo con absolutamente todo lo imaginable tenía que introducir un número un tanto elevado de repositorios. De hecho en un momento dado tuve problemas por meter ciertos repositorios que daban problemas con los paquetes de otros repositorios, y tuve que descartar algunos, renunciando al software que alojaban; aunque reconozco que la culpa fue mía, y no de la distro. En todo caso, en Debian bastan apenas cinco líneas para tener prácticamente todo lo imaginable:
deb ftp://ftp.es.debian.org/debian/ etch main non-free contrib
deb-src ftp://ftp.es.debian.org/debian/ etch main non-free contrib
deb http://security.debian.org etch/updates main contrib non-free
deb-src http://security.debian.org etch/updates main contrib non-free
deb http://www.debian-multimedia.org etch main
Un buen día, decidí pasarme a Debian Etch, actualmente la rama "testing" de Debian. El motivo era básicamente el poder disfrutar de software más actual que con Debian Sarge. Sin embargo, esto tiene un precio. El primero, que al hacer un "apt-get update && apt-get dist-upgrade" hay muchos más paquetes para actualizar. Además, estas actualizaciones de paquetes, al contrario que con la rama estable, sí que incluyen nuevas versiones de mis programas favoritos, lo cual puede suponer, entre otras cosas, incompatibilidad con configuraciones anteriores. Hace dos o tres días hablé de los pequeños problemas que tuve al actualizar de KDE 3.5.3 a KDE 3.5.4. Esto jamás habría ocurrido con Debian Sarge. Por otra parte, no sé por qué, la rama "testing" de Debian no incluye el paquete NVIDIA-GLX con los drivers privativos de nVidia para el último kernel, con lo cual no tengo aceleración 3D y no puedo jugar a PlanetPenguinRacer (salvo que instale los controladores a mano), y cuando actualicé el kernel me encontré con que no funcionaba el entorno gráfico porque mi archivo XORG.CONF hacía referencia a unos drivers que ya no tenía. Curiosamente, tanto Debian Sarge (stable) como Debian Sid (unstable) incluyen dicho paquete de drivers. ¡Me siento marginado!
Por lo tanto, no recomendaría Debian Testing (a día de hoy, Etch) para usuarios novatos que ante problemas de configuración al actualizar no sepan cómo actuar. Para ellos creo que sería recomendable Debian Stable (a día de hoy, Sarge), ya que una vez que configuras la distro correctamente al instalarla, es muy poco probable que una actualización de paquetes afecte a la configuración.
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