Re: M2TW: Tu Historia El Rey Gonzalo I “el Terrible” de Castilla.
El reinado de Gonzalo comienza tras la muerte de su padre en plena batalla contra los ejércitos británicos. Su padre había sido un hombre fuerte y un rey poderoso, temeroso de Dios y que siempre llevó cerca a su hijo para enseñarle los secretos y las maneras propias del gobernante.
La muerte de su padre provocó en Gonzalo tal ira contra los ingleses que es fácil entender su reinado, consagrado a acabar con los mismos en honor a su progenitor. Las crónicas comentan que en su coronación juró odio eterno al príncipe de los ingleses, asesino en batalla del anterior rey.
Antes de ser rey era un buen príncipe, caballeroso con sus hombres y bondadoso con sus enemigos. En cierta batalla liberó a sus prisioneros tras haberlos tratado como hombres de su propio ejército. Sin embargo, la ira por la muerte de su padre le convertirá en un rey sanguinario, calculador y muy inteligente, marcando un antes y un después en la historia castellana.
Su padre le dejó un país poderoso, y en pleno crecimiento, justo en el momento en el que los ingleses eran expulsados de esta parte de los pirineos. La Pax Hispaniensis era una realidad que se engrasaba todos los días con un impresionante fervor cristiano. Las únicas guerras eran de expansión contra el Islam y era un lento avance, como ya hemos visto.
Gonzalo I provocó un profundo cambio en la política europea de Castilla. Ordenó la creación de dos vastos ejércitos bien provistos que desangraron la economía española y mantuvo un abastecimiento continuado de hombres y material para asegurar su avance. Su nuevo enemigo vital era Inglaterra, recientemente excomulgada por su Santidad el Papa Siciliano, que a pesar de proceder de una facción enemiga a Castilla, tuvo que reconocer el apoyo castellano en su elección y la corrupción de las almas inglesas.
Toulouse, que estaba en manos inglesas, fue declarada objetivo de cruzada, y rápidamente la conquistó el mismísimo rey Gonzalo, comenzando una tradición guerrera que será una constante en su vida. Las matanzas de sus enemigos también serán rasgo básico de un rey sediento de venganza.
Nada calmaba la espada ejecutora del rey. Ni siquiera los ruegos de sus subordinados podían hacer temblar el puño de acero del monarca, quien enviaba al infierno a cientos de ingleses cada año de campaña.
Los intentos de respuesta bretonas eran destrozados por la tenacidad española. Todo ejército inglés fue destruido hasta la extenuación. Y todos sus cautivos, ejecutados. La máquina de guerra castellana funcionaba a la perfección, y tan fuertes eran sus soldados que por cada muerto propio se infligían cuatro en el enemigo.
El rasgo temible de Gonzalo se acentuó por su práctica de eliminar a todos sus enemigos políticos con el uso de asesinos a sueldo.
Para este cometido Antonio el asesino fue su más valioso súbdito. Más apreciado incluso que el príncipe Luis, ocupado en la campaña de Túnez. Antonio el asesino acababa con todo agente enemigo que cruzara las fronteras castellanas. Muchos fueron los mercaderes, princesas, príncipes y nobles ingleses (aunque también de otras naciones) que perecieron bajo el experto cuchillo del toledano. Asesinos de todas las naciones venían a acabar con Antonio, el cual se deshizo de todos ellos. Incluso la Inquisición evitaba los territorios por los que deambulaba el mítico Antonio.
Quizá Gonzalo “el Terrible” se mereciera ese pseudónimo. Así lo llamaban sus enemigos. Muchas batallas venció a los ingleses, toda la costa occidental francesa habla castellano gracias a él, las ciudades españolas crecieron a más no poder, y aunque los ejércitos eran cada vez mayores, la base económica crecía a la par para mantener tan inmensa maquinaria bélica.
Si sus enemigos lo llamaron el Terrible, para sus súbditos fue el Magnífico. Puesto que con él al frente, la peste y la guerra eran enemigos menores. Se decía en las aldeas de Aragón que el rey solo temía a dos cosas; a la mar, que nunca la había navegado, y a Dios, el cual envió tal peste en Europa, que acabó incluso con la agitada vida del monarca.
Si sus enemigos no pudieron, tuvo que ser el Todopoderoso quien se lo llevara.
Su mayor batalla aún se canta en las aldeas, en pleno reinado de su hijo Luis. Aconteció que el rey estaba asediando la mayor fortaleza de la Galia, enfrentando a un ejército sitiado superior en número, pero que se mantenía encerrado en su torre sin ánimo de plantar cara a tan sanguinario enemigo.
Otro ejército gigante capitaneado por el príncipe inglés se acercaba por el norte para socorrer a sus compatriotas. Antonio el asesino dejó desprovisto a este ejército de su competente capitán deslizando una serpiente venenosa entre sus sábanas.
Aun así, el ejército inglés atacó la retaguardia del rey Gonzalo, poniéndole en la seria situación de verse atacado por ambos flancos contra dos ejércitos que, cada uno por su lado, superaba al propio de los castellanos.
La batalla fue encarnizada y frenética, la primera oleada fue destrozada rápidamente, resistiendo con la infantería pesada en el centro y atacando a la retaguardia enemiga con la numerosa caballería. Todo el ejército enemigo huyó en desbandada o fue hecho prisionero por los jinetes castellanos, mientras que la infantería se recolocaba para hacer frente al otro ejército que venía por la espalda.
Este nuevo ejército era de una naturaleza distinta, pues portaban diabólicas armas que lanzaban dardos y piedras humeantes desde la lejanía. Era menester atacar sin reparos, a pesar de que la caballería seguía ocupada en destrozar al ejército en desbandada.
Los infantes andaluces, toledanos, lusitanos, ungidos del poder del rey, avanzaron en una línea compacta contra el frente británico. Se entabló un duro combate contra la larga línea del enemigo, y las tornas no se movían a favor de nadie.
Sus trabucos y sus arqueros seguían disparando contra la masa de soldados, a pesar de causar bajas en sus propias filas. Los ingleses ya habían perdido un ejército, y no reparaban en perder otro con tal de llevarse la victoria.
Así las cosas, el rey volvió grupas con toda la caballería y volvió para salvar a su ejército de tal acoso. Atacó la retaguardia inglesa pero los caballeros enemigos se lo pusieron muy complicado. Tanto que, a excepción del rey, los jinetes castellanos huyeron, y buena parte de la guardia personal del monarca calló muerta.
Por fin, el rey se deshizo de los enemigos montados a caballo y pudo destrozar a placer toda la artillería inglesa, mientras que la debilitada infantería resistía en algunos puntos, en otros avanzaba y hacía huir al enemigo, y en otros era puesta en jaque.
El frente se descompuso completamente y se convirtió en una verdadera melé sin sentido donde todos luchaban contra todos y muchos morían, y muchos huían. El rey mandó crear un nuevo frente a las exiguas tropas que quedaban con las que reconducir la batalla, que aún no estaba ganada.
La línea de infantería sobrepasó las líneas enemigas para recomponerse, de tal manera que si los castellanos atacaban hacia el norte (donde estaban sus enemigos), ahora atacaban hacia el sur, al igual que los británicos. El frente de batalla se había plegado sobre sí mismo.
Con las filas bien delimitadas se vio claramente que los ingleses habían perdido la contienda. Pocos quedaban entre ellos capaces de enfrentar a los castellanos, y así soltaron sus escudos e, intentando escapar, corrieron hacia su propia muerte.
Los últimos enemigos sucumbieron en plena huida, aterrorizados porque tras ellos cabalgaba un rey, conocido por todos como Gonzalo el Terrible, al cual era la primera y la última vez que verían.
Más de tres mil enemigos cayeron aquella calurosa tarde, y todos los capturados fueron ejecutados. Todo un acto de piedad, teniendo cuenta que el infierno sería mejor sitio para estos infieles que la impía existencia que poseían.
La gran ciudadela fue tomada, y saqueada con gran desorden. Al fin y al cabo, las arcas del rey necesitaban nuevas prebendas. Tras unos años de calma, saboreando las mieles de la victoria, y de cierto periodo de paz. El rey muere en su cama enfermo de la terrible peste que asolaba Europa, con la asistencia del mejor cardenal Preferati que le dio el pase a mejor vida.
Con su muerte acababa un reinado próspero en todos los sentidos, que ni los enemigos ni la peste pudieron destruir. Con su hijo Luis se abre un periodo interesante en el que la gran Peste ha remitido y todas las poblaciones bajo su mando crecen a ritmos endiablados, dando unos recursos económicos impresionantes.
En esta nueva etapa Don Luis contará con una de las potencias más poderosas del mundo conocido, que gobierna desde la lejana y desierta ciuda de Marrakech a la normanda Canes y desde los gloriosos puertos de la capital portuguesa hasta la pequeña isla de Cerdeña. Con un ejército bien experimentado y una población totalmente adicta a su soberano.
Además el próximo Papa tiene todas las de ser castellano. Redondeando de este modo un ciclo comenzado por Gonzalo “el Terrible”.
Los Daneses se expanden en todas direcciones amenazando a los reinos mediterráneos y a las repúblicas italianas. El gigante egipcio se mantiene dormido, pero nadie sabe cuando despertará para atacar a la cristiandad. Y por último, el Imperio Bizantino parece empeñado en recuperar la vieja gloria romana.
Tras un siglo de guerras se han alzado varias monarquías muy poderosas, absorbiendo a las que eran sus vecinas, las nuevas guerras no serán para perfilar fronteras, o por puros caprichos territoriales. Las nuevas guerras serán de supervivencia de poderosos imperios, guerras de una envergadura inusitada, de una trascendencia completamente distinta. Harán falta muchos reyes como Gonzalo el Terrible para asegurar la victoria. Porque acabada la era de las guerras de reyezuelos, se abre paso la guerra del hombre, la guerra total. Que a nadie le coja sin Dios de su lado |