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Re: Reconquest - Total War

en 1096 Mahalda, la viuda del conde Ramón Berenguer II de Barcelona, logró que Berenguer Ramón II el Fratricida fuera juzgado por el asesinato de su hermano. En el tribunal estaba el rey Alfonso VI de León y Castilla. El conde fue declarado culpable y se le permitió abandonar Barcelona y unirse a la Primera Cruzada. Precisamente en octubre partió hacia Constantinopla Raimundo IV de Tolosa, que dejó su condado a cargo de su hijo bastardo Bertrán. Le acompañaban, entre otros, su primo, el conde de Cerdaña Guillermo Jordán I y el legado pontificio Adhémar de la Puy. Así, el hijo de Ramón Berenguer II se convirtió en el nuevo conde de Barcelona, Ramón Berenguer III, a sus catorce años de edad.

Desde que los musulmanes conquistaron la España visigoda, era evidente que los castellanoleoneses habían hecho muchos más progresos ganando terreno a los moros que los estados cristianos del este de la península. La causa no podía estar más clara: los castellanoleoneses contaban con el apoyo del apóstol Santiago Matamoros, mientras que los demás tenían que valerse únicamente de sus propios medios. Dado que los castellanos se enfrentaban con frecuencia a sus correligionarios del este, el apóstol se veía obligado a tomar partido y no podía apoyarlos a todos. Esta injusticia estaba a punto de verse compensada: el rey Pedro I de Navarra y Aragón retomó el asedio de Huesca que se había visto interrumpido con la muerte de su padre. En defensa de la ciudad acudieron el rey al-Mustain de Zaragoza y el conde de Nájera García Ordóñez, pero en noviembre Pedro I los derrotó en la batalla de Alcoraz, tras la cual ocupó Huesca.

En esta batalla, el rey navarro-aragonés contó con el apoyo decisivo de san Jorge. San Jorge había sido un soldado del emperador Diocleciano, que se negó a acatar las órdenes de persecución dictadas contra los cristianos y a consecuencia de ello sufrió el martirio. Se hizo muy popular en la edad media, especialmente entre los cruzados. De hecho, se le representaba vestido y equipado como un cruzado, con su armadura y su lanza. Su hazaña más famosa fue matar un dragón en defensa de una doncella, tópico que se repetiría una y mil veces en las historias medievales sobre caballeros. Todos los documentos que lo mencionan son apócrifos, así que probablemente nunca existió, pero a partir de este momento se convirtió en el protector de los aragoneses. (En realidad, la historia de que san Jorge intervino en la batalla de Alcoraz no surgió en el momento de la batalla, claro, sino un tiempo después.)

En 1097 el Cid nombró obispo de Valencia a un francés llamado Jerónimo de Perigord. Mientras tanto los ejércitos almorávides se dirigieron de nuevo hacia Valencia. El rey Pedro I de Navarra y Aragón acudió a apoyar al Campeador y entre ambos derrotaron a los musulmanes en la batalla de Bairén. Los almorávides quedaron malparados a pesar de su superioridad numérica y de que contaban con una flota. Al mismo tiempo, los almorávides atacaron a Alfonso VI de León y Castilla, al que derrotaron en Consuegra. Pedro I partió en su ayuda, pero, cuando llegó, los almorávides huyeron, así que no tuvo ocasión de combatir.

Mientras tanto el Cid marchó hacia el norte de Valencia y expulsó a los almorávides de Almenara y Murviedro (la antigua Sagunto). Mientras asediaba Murviedro, el conde Ramón Berenguer III de Barcelona sitió el castillo de Oropesa, aún más al norte, pero llegó rápidamente a un acuerdo con el Cid y se retiró. En el acuerdo se incluyó el matrimonio entre el conde y María, una de las hijas del Campeador. Por esta época se concertó también el matrimonio entre su otra hija, Cristina, y Ramiro Sánchez, hijo de Sancho, un hermano bastardo del rey de Navarra Sancho IV Garcés, el que fue despeñado por su hermano Ramón y a raíz de ello la corona pasó a Sancho V Ramírez, el padre del rey actual, Pedro I.

En 1098 en Barcelona se celebró la boda entre el conde Ramón Berenguer III y María, la hija del Cid. Naturalmente, el Campeador fue invitado y, durante su visita a la ciudad, un monje de nombre desconocido le regaló un poema titulado Carmen Campidoctoris (Cantar del Campeador), en el que relata algunas aventuras del caballero castellano en un latín muy culto y erudito, más bien pedante. Fue el primero de los numerosos poemas que iban a escribirse sobre el Cid en los siglos siguientes y que lo convirtieron en el personaje más famoso y admirado de la época. Su espada se llamaba Tizona, y tizona es hasta hoy, por antonomasia, sinónimo de espada. (En la actualidad se conservan varias docenas de auténticas y únicas Tizona y Colada, que así se llamaba su segunda espada.) En los relatos se combinaron elementos reales y legendarios. Se le atribuye incluso una hazaña póstuma, pues cuentan que, al llegarles la noticia de su muerte, que tuvo lugar el 10 de julio de 1099, los almorávides atacaron Valencia, pero huyeron despavoridos cuando los valencianos ataron el cadáver del Campeador a su caballo, Babieca, y lo sacaron al frente de su ejército.

Sí es cierto que los almorávides se precipitaron sobre Valencia en cuanto supieron de la muerte del Cid, pero la ciudad resistió más bien por el apoyo que el conde Ramón Berenguer III prestó a su viuda, Jimena, que continuó gobernando la ciudad.